Tengo dos hijos maravillosos. Son inteligentes, responsables, deportistas, buenos chicos y uno mejor estudiante que el otro. Están llenos de vida y merecen ser más que felices.
Hace más de diez años que su carcelera y yo rompimos nuestra relación de pareja. Yo, ingenuo de mí, pensé en aquel momento que era una buena madre y que el hecho de que lo nuestro no funcionase no iba a ser motivo para que los hijos nacidos del matrimonio tuviesen que prescindir de la figura paterna.
Bien es cierto que durante los años de convivencia ya amenazaba con que si algún día rompíamos, los hijos los había parido ella y suyos eran. Desde mi incredulidad ante esas palabras, nunca pensé que hablara en serio. Diez años después he podido comprobar como ella y su hermano han orquestado una trama para destruir todo vínculo con mispequeños.
Dejé todo en mi querida Badajoz por llevarlos al cole, ir con ellos a entrenar, compartir mesa y vivienda juntos a pesar de los impedimentos de una madre que, incluso viviendo a 40 metros, se empleaba sistemáticamente en obstruir nuestra relación.
A mí jamás se me perdió nada en Puertollano, ciudad en la que he dejado amigos entrañables que serán para toda la vida, al contrario que ella en Badajoz que no tiene un solo amigo tras doce años viviendo aquí. Allí me fui con el único objeto no de que un padre tuviera a sus hijos sino de que unos hijos sintiesen a su padre al lado.
Este verano recibí la comunicación de su traslado a 850 kilómetros y el consiguiente desplazamiento de los niños. En unos días se van a cumplir seis meses desde la última vez que nos vimos y su plan empieza a dar los frutos perseguidos.
Un hijo mayor de edad que se marcha con su tío, cooperador de esta aberración, en lugar de venir con su familia. Un hijo pequeño que está fracasando escolarmente, a pesar de yo haber contactado con su tutora, la cual se felicitaba por poder conocer al fin, por teléfono, a algún familiar del menor.
Lo sobrellevo como puedo, pero el dolor es vitalicio. Es la sensación de que te falta medio corazón, media vida, un desgarro de una crueldad infinita y... ¿Qué se puede hacer? Nada.
La justicia española aniquila los derechos del hombre, el de los niños, en cuanto a la voluntad de la madre. Sí, es cierto que la patria potestad compartida exige que un traslado de estas características sea consensuado entre los progenitores, pero a la hora de la verdad es papel mojado.
Ella los aleja de su padre, nos rompe la vida y uno acude al juzgado a realizar una petición de auxilio que es rechazada en pleno mes de agosto, se saben los tiempos en que cometer estas barbaries. Reúnes dinero para iniciar acciones judiciales eternas que cuando se materializan ha pasado tanto tiempo que los niños ya están allí adaptados y no procede una vuelta atrás.
¿Os imagináis que sucedería si un padre se llevara sus hijos a 800 kilómetros de su madre? Sería encarcelado.
Esta es la historia de un divorciado que ha tenido la mala suerte de vivir en un país que quiere presumir de leyes por la igualdad, pero que en realidad lo que consiguen es destruir la vida de muchos padres ante el beneplácito de la sociedad.
Unas leyes que clasifican a las mujeres como incapaces porque el hombre debe pagar la hipoteca y el sustento de los menores tras el divorcio y si no lo hace puede ingresar en prisión a pesar de no tener ingresos. ¿Igualdad?
Los colectivos feministas abogan por que la custodia compartida sea catalogada como maltrato. La custodia compartida, que implica pagar los gastos a medias, es fácilmente evitable por una mujer. Solo tiene que ir a una comisaria a decir que su exmarido le ha llamado tonta y se acabó.
Leyes españolas. cercanas al nazismo que ningún país del mundo ha imitado y que hacen que a miles de padres nos falte medio corazón y media vida.
Hoy es nochebuena, tengo a mi familia pero me falta la vida, me falta el aire, el corazón está vacío y pocas cosas tienen sentido...
Por esos padres, por esas vidas arruinadas, por la gran injusticia que comete este país con ellos – y conmigo-, son a los que quiero mandar mi mejor abrazo de Navidad y ánimo porque unas malas madres nos han quitado todo.
Feliz navidad compañeros y que la mitad del corazón que nos queda nos permita ser medianamente felices.
Escribe tu comentario